Problemas para gestionar la ira

Si te enfadas a menudo, no lo expresas como te gustaría o conoces alguien que le sucedan estas cosas, esta sección te va a interesar mucho. “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”. Aristóteles.

Problemas para gestionar la ira

El enfado es una emoción primaria que nos ha servido para sobrevivir como especie a lo largo de la historia. Enfadarse permite poner límites al otro sujeto y prepara nuestro cuerpo para posibles amenazas activando un patrón de respuesta fisiológico que nos hace luchar o huir de la situación que lo ha provocado. Cuando nos enfadamos con cierta intensidad podemos notar:

  • Tensión muscular.
  • Dolor de cabeza.
  • Ruborización.
  • Indigestión.
  • Pulso acelerado.
  • Dolor de estómago.
  • Temblores.
  • Fatiga.
  • Diarrea.
  • Energía saludable.
  • Estómago revuelto.
  • Náuseas.
  • Mareos.
  • Sensación de irrealidad.
  • Respiración rápida.
  • Hormigueos.
  • Sudoración.

Sin embargo, una situación puede desencadenar un enfado enorme en una persona mientras que en otra puede parecer inadvertida. Lo mismo ocurre con su expresión: hay quien contiene su enfado, quien lo expresa de una manera asertiva (tranquila pero firme) y quien explota descontroladamente.

Y es que, existe un continuo entre expresar una molestia y hacerlo de manera colérica entre el cual podemos elegir maneras intermedias de gestionar esta emoción si contamos con las herramientas necesarias. Es importante entenderlo porque el objetivo en terapia no es no enfadarse sino enfadarse cuando realmente lo requiera la situación y saber transmitirlo para salir con autoeficacia de esa conversación.

Existen comportamientos de los demás que conllevan con una alta probabilidad enfado en quien los recibe (ataques directos: burlas, golpes, empujones, insultos…). No obstante, hay una alta gama de acciones sobre las que es más difícil predecir la respuesta del/la otro/a. Por ejemplo, ayudar a un señor mayor con las bolsas de la compra puede ocasionar un enfado si lo percibe como si le estuvieras llamando dependiente o inútil.

¿Qué ocurre cuando nos enfadamos?

Vemos un ejemplo. Enrique tiene 47 años y dirige una pequeña empresa familiar con una docena de trabajadores. Se enfada con mucha facilidad. Según él, no tolera la incompetencia ni la holgazanería.

Cada vez que entra en los vestuarios del personal y encuentra algo fuera de sitio, no puede evitar entrar en cólera. ¿Qué es lo que ha sucedido para que tenga una reacción tan desproporcionada respecto a la que podría tener otro jefe? Veamos la secuencia completa que explica este enfado:

por qué me enfado tanto

Hay ciertos pensamientos que facilitan la agresividad como:

  • “Si no me pongo en mi lugar significa que soy débil y vulnerable y la gente me pisoteará”.
  • “Tengo derecho a hacer lo que quiera”.
  • “Tengo derecho a sentir y a expresar mi ira si me siento molesto”.
  • “Tengo derecho a criticar a los demás si pienso que lo hacen mal”.
  • “La gente debería mostrarme respeto siempre”.
  • “El castigo o la fuerza física es la única manera de conseguir lo que quiero (que mi mujer me respete, que mi hijo me obedezca...) y de demostrar mi valía/poder”.

Pero también existen algunos mecanismos que nos frenan son:

  • Los sentimientos de culpa. Estos pueden surgir cuando hemos aprendido que no tenemos derecho a enfadarnos o al recordar explosiones de ira que hemos tenido en anteriores ocasiones.
  • Tener empatía por la otra persona. Cuando estamos alterados, se nos olvida lo que está sufriendo la otra persona. Por tanto, es bueno que la persona que está siendo atacada diga como se está sintiendo con la actitud agresiva.
  • Adelantar lo que pasará si nos dejamos llevar por esa ira y nos comportamos de una manera agresiva: el castigo, la mala imagen que damos…
  • Que nuestro comportamiento agresivo atente directamente a la imagen que tenemos de nosotros mismos, es decir, que nos parezca inaceptable.

La ira no conlleva necesariamente una conducta agresiva, pero sucede así en quienes tiene problemas con el enfado.

Puedes necesitar ayuda profesional si:

  • Te enfadas con frecuencia (varios episodios a la semana).
  • Te dura mucho el enfado (ej. más de un día).
  • Pierdes el control cuando te enfadas: sientes que tu cuerpo de repente reacciona y no lo puedes parar.
  • El enfado te ha hecho perder relaciones.
  • Te enfadas con una intensidad desproporcionada respecto al motivo que lo ha ocasionado.
  • Te cuesta mucho expresarlo, acumulas, explotas y luego te sientes culpable.

¿Por qué el enfado patológico es un problema?

Puede que la agresividad parezca una buena opción si solo tenemos en cuenta ese refuerzo positivo del que hablábamos antes, pero hay una serie de aspectos que conviene apreciar como:

  1. El castigo en el medio largo plazo: esas personas que nos hacen caso en un primer momento, se van alejando en la medida que pueden de nosotros y no nos escucharán o valorarán nuestra opinión porque hemos perdido nuestra credibilidad con la forma.
  2. Problemas laborales: las personas generalmente no quieren colaborar con alguien con el que no se sienten escuchados o pueden dialogar, ya que para que un equipo funcione se necesita que haya reciprocidad.
  3. Déficit en la capacidad para tomar decisiones: muchas de ellas suelen requerir paciencia y flexibilidad para valorar alternativas. Si tendemos a ver los problemas de manera dicotómica “o se hace así o va a ser catastrófico” nos va a costar ver otras opciones.
  4. Sentimientos negativos como rechazo, ridículo, soledad, daños en la autoimagen (“parezco un monstruo”), culpa.
  5. Agresión física: ante una agresión física hay más probabilidades de que la persona que la recibe, también agreda en respuesta.
  6. Problemas físicos: como lees, estudios correlacionales ya han encontrado asociaciones entre el nivel de hostilidad y enfermedades relacionadas con la sangre (hipertensión, accidentes cardiovasculares,…), el aumento del colesterol en sangre o cáncer.

¿Cómo mejora la gestión del enfado en terapia?

En terapia conseguimos que:

  1. Entiendas cómo se produce tu enfado (ante qué situaciones, cómo se expresa…) para que identifiques tu respuesta.
  2. Aprendas a alargar la respuesta de enfado y reducir su intensidad. Aunque te parezca que es como encender un botón de on/off, podemos conseguir que se convierta en algo más gradual.
  3. Te autocontroles más, inhibas esa primera respuesta y rebajes la activación para pensar en alternativas que te ayuden a conseguir tu objetivo.
  4. Aprendas diferentes maneras de trasladar el mismo contenido, que no sean ofensivas ni te penalicen, para conseguir lo que quieres satisfecho/a.

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