¿Qué es la autoestima?
La autoestima es el resultado del conjunto de opiniones que una persona tiene de sí misma, respecto a su físico, sus capacidades, sus éxitos y la calidad de sus relaciones afectivas.
Para que ésta sea saludable debe haber un equilibrio entre el éxito percibido en cada una de estas esferas. No es suficiente con que una de ellas esté bien. Es decir, sentirme satisfecha con mi cuerpo no implica necesariamente que tenga una buena autoestima si luego me percibo como "una persona aburrida" y para mí es importante relacionarme con otras personas.
La autoestima es un valor frágil y dinámico.
Se va moldeando con las experiencias que vivimos y cómo las afrontamos.
La construimos a medida que vamos experimentando situaciones con cierta eficacia y actuamos respetando nuestros valores pero también puede destruirse cuando nuestro comportamiento no va en consonancia con ellos.
Por eso es importante nutrirla con nuestras acciones: prestar atención a lo que pensamos, sentimos y hacemos con nosotras mismas y lo que nos rodea.
La autoestima se desarrolla desde la infancia.
Desde que tenemos conciencia observamos a nuestro entorno para saber cómo funciona el mundo y poder manejarnos en él. Cuando somos pequeños nuestra atención se dirige a nuestros cuidadores primarios (padres, tutores y otras personas significativas que han respondido a nuestras necesidades), ya que actúan como figuras de referencia.
Son las primeras personas con las que interactuamos, nos vinculamos y nos transmiten mensajes de manera explícita e implícita con sus palabras y acciones. Por ejemplo: si cada vez que Ana dice que se quiere comprar una prenda de ropa que le ha gustado, su madre le dice "¿estás segura? no te pega...", "yo creo que te va mejor esto", "eso no queda bien con tu figura..." le está mandando el mensaje de "hazme caso a mí que si decides tú, te puedes equivocar y eso es peligroso", además de "a tu cuerpo no le puedes poner lo que quieras porque no se va a ver bien y eso es importante".
Estas experiencias influyen lo que pensamos sobre nosotros/as, los demás y el mundo y esas creencias a su vez afectan nuestra autoestima, y cómo nos dirigimos a él. En nuestro ejemplo Ana probablemente le dé bastante importancia a su físico y sea una persona indecisa.
Algunos factores que influyen negativamente en nuestra autoestima son:
- La sobreprotección de padres, abuelos y hermanos.
- Las palabras o comentarios dañinos que se reciben por parte de personas significativas en el entorno de la persona (amigos, pares o familiares).
- El dejar hacer de los tutores, las carencias afectivas (falta de atención, tiempo dedicado al menor y sus necesidades).
- Las críticas constantes (exceso de mensajes “lo que tienes que hacer es”) y la comparación con personas que lo hacen mejor.
- El desánimo y abandono ante las dificultades.
- Las expectativas (demasiado o nada) elevadas que personas de referencia depositan en nosotros.
- La inconstancia en la disciplina.
- El abuso físico o emocional.
- El fracaso escolar.
¿Cuándo existen problemas de autoestima? Mi autoestima está dañada cuando...
- No acepto mi cuerpo, cómo soy.
- Me cuestiono mis decisiones.
- No confío en mi criterio (escucho demasiado a los demás y me siento perdida sobre qué hacer).
- Sufro en mis relaciones personales.
- Me siento inferior a la mayoría de personas.
- Pienso que lo que los demás opinen tiene más valor que lo que pueda decir yo.
- Me trato de una manera muy crítica cuando me equivoco (pienso “soy gilipollas”, “qué tonta”).
- Me aferro a las relaciones (por el sentimiento que tengo, por miedo a quedarme sola).
- A menudo no soy capaz de expresar mi opinión cuando no me gusta algo.
- Tiendo a ceder frecuentemente.
- Me cuesta decidir cuándo me apetece hacer algo de cuándo lo hago porque debería hacerlo.
Es importante que entiendas que tanto tener un déficit de autoestima como un exceso tienen consecuencias negativas para nosotras ya que al final muestran lo mismo: que nuestra autoestima no está ajustada al entorno y por tanto va a conllevar interferencia en la rutina.
Acudir a terapia no debería ser motivo de vergüenza, sino un acto de
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