Los datos nos dicen que el 85-90% de la población tiene o ha tenido en algún momento pensamientos intrusivos, es decir, pensamientos que aparecen “de repente” sin que nosotros los evoquemos de manera voluntaria. Como no hemos decidido pensar en eso, muchas veces los percibimos de manera egodistónica. Esto quiere decir, que su contenido no es coherente con nuestros valores o nuestra manera de ser. Algunos ejemplos son:
- Pensamientos de cólera intensa hacia alguien, relacionados con una experiencia pasada.
- Pensamientos de que un accidente le ocurre a un ser querido.
- Impulso a decir algo desagradable a alguien y maldecirle.
- Pensamientos de daño o muerte hacia un familiar o amigo íntimo.
- Pensamientos de que algo va mal en la salud de uno.
- Impulso de atacar física y verbalmente a alguien.
- Pensamientos de que la probabilidad de tener un accidente aéreo disminuiría si un familiar lo tuviera.
- Pensamientos de si le ha ocurrido un accidente a un ser querido.
- Pensamientos de si el cónyuge ha sufrido algún daño.
- Impulso a atacar y castigar violentamente a alguien; por ejemplo tirar a un niño del autobús.
- Pensamientos sobre accidentes o desgracias, normalmente cuando se va a viajar.
- Impulso a apartar o a quitar a la fuerza a la gente en una aglomeración (p. ej., una cola).
- Impuso a decir cosas inapropiadas (“cosas inadecuadas en el lugar equivocado”).
- Desear e imaginar que alguien cercano haya sufrido daño.
- Pensamientos de experiencias ocurridas hace muchos años en que uno se sintió avergonzado humillado o fracasó.
- Pensamientos de saltar desde lo alto de un edificio o de una montaña o acantilado.
- Impulso a decir cosas groseras e inaceptables.
- Pensamientos de castigar físicamente a un ser querido.
Algunas personas cuando se dan cuenta que aparece en su mente alguno de estos pensamientos (por ejemplo: empujar a alguien a los raíles del metro), no le da mayor atención.
Sin embargo, otras realizan una valoración sobre este pensamiento (por ejemplo: “¿cómo puede ser que esté pensando esto? Soy una mala persona” o “Debería hacer algo para no tener estos pensamientos que algún día se pueden hacer realidad”).
El pensamiento intrusivo inicial (“empujar a alguien”) ya no solo ha aparecido de repente, sino que la persona le ha añadido un componente emocional (de rareza, inmoralidad) y como eso le genera malestar, siente la necesidad de evitarlo. El pensamiento intrusivo ya se ha convertido en una obsesión.
¿Qué son las obsesiones?
Las obsesiones son pensamientos, imágenes o impulsos recurrentes, persistentes e intrusivos, que la persona considera inaceptables o no deseados y con los cuales se suele enganchar (intentando eliminarlos o controlarlos).
Aparecen de forma repentina, interfiriendo con lo que estemos pensando o haciendo, produciendo malestar.
Para aliviar esa sensación, algunas personas recurren a determinados comportamientos que le aseguren que “todo está bien” (creando esa falsa ilusión de control).
Por ejemplo, imaginemos una persona que últimamente esté experimentando obsesiones con que sus padres se puedan demenciar sin que ella se dé cuenta a tiempo para remediarlo.
Como ese pensamiento le produce ansiedad y no puede controlarlo, tiende a llamarles, ir a visitarles todos los días y preguntarles cosas para ver si tienen coherencia, fallan.
Está comprobando que no ha pasado nada nuevo desde el día anterior y eso le da sensación de control, seguridad. Sin embargo, es un problema porque esa sensación de alivio dura muy poco ya que en cualquier momento (siendo estrictos) podría pasarles algo. Por eso, si no intervenimos para parar este círculo, lo más probable es que se refuerce, necesitando la persona cada vez hacer estos comportamientos con más frecuencia.
¿Qué son las compulsiones?
Las compulsiones son aquellos actos estereotipados, repetitivos, para el sujeto considerados como excesivos o exagerados. No siempre la persona reconoce que es desadaptativo porque le “ayuda” a reducir su ansiedad o a comprobar que lo que temía no ha pasado.
Veamos como se relacionan las obsesiones y compulsiones entre sí con el ejemplo de esta madre:
Como ves, escribiendo reduce su ansiedad y comprueba que su hijo está bien. No obstante, la tranquilidad que le produce esa comprobación dura unos minutos, ya que esto es un círculo vicioso.
Esta madre ha aprendido que no ha pasado nada porque ha estado pendiente de su hijo, por lo que cada vez estará más pendiente, lo pasará mal cuando él se vaya y ni él ganará autonomía ni la preocupación que ella tiene se ajustará al riesgo real.
Cuando salimos a la calle, incurrimos en riesgos (de contagio, de atropello…). No obstante, es importante que nuestra preocupación esté ajustada a la probabilidad con la que pueden suceder esos riesgos.
Es decir, que sea realista para que tomemos la precaución adecuada sin llegar a los extremos de descuido total o preocupación obsesiva, como es este caso.
Puede que hayas visto a algunas personas realizar conductas repetitivas, “rituales”, que te parezcan exageradas, innecesarias o excéntricas. Sin embargo, el trastorno obsesivo compulsivo va más allá.
¿Por qué una persona puede desarrollar un toc?
Se ha demostrado que su origen es multicausal, es decir, la acumulación de una serie de factores y aprendizajes hacen que seamos más vulnerables a la aparición de estos pensamientos y conductas. Algunos de los factores que solemos encontrar en el desarrollo del trastorno son:
- Creencias relacionadas con el perfeccionismo, la necesidad de certeza, un estricto sentido de la moralidad, y una excesiva responsabilidad.
- Haber experimentado algún suceso negativo en los últimos 12 meses.
- Frustración y exceso de trabajo.
- Un incremento en la responsabilidad.
Puede que necesites ayuda psicológica si:
- A veces le das demasiadas vueltas a las cosas (sobreanalizas).
- Dudas mucho de tus decisiones.
- Tiendes a consultar mucho qué opinan los demás sobre lo que haces o vas a hacer.
- Llevas muy mal la incertidumbre.
- Te vuelven a la cabeza pensamientos sobre los mismos temas.
- Te ves (o te observan) realizar determinadas acciones de manera repetitiva (por ejemplo: clicar la llave del coche para cerrarlo más de 1 vez, lavarte las manos, consultar las historias de whatsapp de tu expareja…)
- Te cuesta cambiar la manera en que haces determinadas cosas.
Si quieres volver a encontrarte bien y a aprender a ayudarte, contáctame sin compromiso. Estoy aquí para ayudarte.
Acudir a terapia no debería ser motivo de vergüenza, sino un acto de
Recupera tu bienestar con ayuda profesional cercana, implicada y asequible ¡cuando y desde donde quieras!
Consúltanos sin compromiso