¿Cómo controlar mis emociones?
Crecimiento personalLaura Marín Cuesta
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Ésta es una petición bastante frecuente y que suele esconder un matiz: “me gustaría controlar las emociones negativas”. Quien vive las cosas con intensidad, no quiere dejar de sentir, sino que le gustaría optimizar la experiencia emocional: sentir las emociones positivas a tope y reducir el malestar de las negativas ya que generalmente no disfrutamos cuando estamos tristes. En otras palabras, estamos buscando el placer y evitar el dolor.
Entonces ¿es posible alcanzar este punto óptimo?:
- Algunas personas responden a esta pregunta: “Si no me hubiese pasado X, no estaría así”.
- Mientras que otras lo que dicen es: “Si (no) hubiera hecho X cosa, no estaría así”.
En ambas vemos que tendemos a relacionar la emoción que estamos viviendo con algo que ha pasado o que hemos hecho. Como personas pensantes buscamos una explicación a algo que ha ocurrido y si no la encontramos de forma clara, la creamos. Por eso lo que decimos es: “estamos así por X”. Y además pensamos que no es posible sentirnos de otra forma ante eso que ha sucedido.
Sin embargo ¿reaccionan dos personas de la misma forma ante el mismo acontecimiento?
Veámoslo con una explicación.
Es esta explicación que nos damos la que determina que nos sintamos de una manera u otra. Cómo interpretamos lo que ha sucedido.
¿Por qué algunas personas tienden a ser más optimistas que otras?
En psicología, se ha demostrado que la genética desempeña un papel mínimo a la hora de experimentar síntomas emocionales o desarrollar determinadas enfermedades mentales. Es decir, personas que tienen antecedentes con depresión, son más vulnerables a sufrir una depresión cuando experimenten sucesos vitales estresantes que a lo mejor en otras personas conllevarían un bache emocional sin llegar a presentar la enfermedad. Sin embargo, lo que mayor peso tiene a la hora de afrontar las situaciones que se nos presentan, es lo que denominamos la historia de aprendizaje.
Esto es, el cúmulo de experiencias que hemos ido viviendo desde que tenemos uso de razón, y cómo las hemos procesado, qué aprendizajes hemos sacado de ello. Por ejemplo, cuando estás en la trona y ves que tu padre coge la bandeja del horno sin guantes y ves su expresión de dolor en la cara junto a un grito. Concluyes: "esto es peligroso". O cuando tu madre te dice "mejor no hagas este tipo de comentarios en el cole". Ese mensaje te predispone a ir al colegio con cierta inseguridad. No obstante, esa experiencia se puede modificar con otra posterior. Por ejemplo, si cuando llegas, un día levantas la mano y el profesor responde positivamente a tu duda ("¡qué bien que lo preguntes!, lo iba a explicar y se me había olvidado") es probable que pienses "mi madre es un poco exagerada" y sientas más autoconfianza a la hora de expresarte.
Además de aprender a regular las emociones, podemos cambiar la forma en que pensamos que determinará cómo sentimos. Precisamente forma parte del trabajo que realizamos en terapia psicológica pero lleva tiempo y práctica. ¿Cuánto? El que tú necesites.
Laura Marín Cuesta
Psicóloga general sanitaria y neuropsicóloga, experta en terapia cognitivo conductual.